Agujero negro
Violencia de géneros y plural
Ese ataque sorpresivo por la espalda de la víbora de ojos entornados, midriasis y nistagmo horizontal, no sólo quebró mis cervicales también quebrantó mi equilibrio interno y anuló toda fuerza de lucha.
Al mes exacto de la agresión, Tánatos alzó el vuelo con el cuerpo de mi padre, lo único que quedaba de él. El alzheimer se encargó de absorber por completo su mente.
Fueron muchos los meses que pasé con dolor, nauseas, mareos... secuelas de la lesión, de la lección de vida: "la letra con sangre entra" y entró; ya lo creo que entró. Entró para quedarse y no olvidarla jamás.
El colapso gravitatorio dio paso a la gravedad de un agujero negro. Me dejé arrastrar por su fuerza de atracción. Volvieron a asaltarme pensamientos lóbregos. Desapareció mi risa, mi llama poco a poco se fue apagando y con ellas, las ganas de vivir.
Toqué fondo de la más oscura profundidad de mi ser y allí, una vez mis pies se asentaron, alcé la vista al infinito y contemplé un bello resplandor que me ayudó a emerger, un halo poderoso que impidió mi sepultura en el atezado abismo.
El triunfo de la luz sobre la pena más negra y más honda. No podías llamarte de otra forma: Lucía Victoria.
Recuperé el vigor para seguir luchando sola, sin apoyos, sin medicamentos, ni drogas que aliviaran mi sufrir, ni mi revivir. Con las defensas bajas y la retaguardia ausente, idiota de mi, dejé entrar en mi hogar a otro demonio que si bien en un principio mostró la mejor de sus sonrisas, una vez dentro instaló junto a sus pertenencias, el hedor del azufre, la maldad infernal.
Un leviatán que asumió actitudes paternalistas y al encontrar mi rebeldía pasiva surgieron los gritos, reproches, amenazas, acoso... llegó al extremo de encerrarnos en casa a mi hija y a mi, en su afán de aislarme y protegerme de miradas codiciosas e indecentes.
El resultado final: la desaparición de una de mis perras; una cadena de denuncias, visitas constantes a los juzgados; amenazas de muerte, persecuciones, presencia policial, orden de alejamiento... y el estigma de ser mujer maltratada.
Un "vivo sin vivir en mi", sin levitaciones místicas.
Muy buena entrada sobre violencia de género....
ResponderEliminarGracias Pilar por pasarte por aquí y comentar.
EliminarUn abrazo.
Ánimo, eres un ejemplo de fortaleza a seguir.
ResponderEliminarGracias Javi pero no creo que sea ejemplo de nada. El secreto está en cantar a pleno pulmón "Resistiré".
EliminarUn besazo.
En clave de prosa poética se puede escribir una vida.
ResponderEliminarNo voy a decirte nada, sólo que me ha gustado la forma de encarar el texto y el realismo sincero que utilizas sin olvidar la forma.
Lucía Victoria tendrá un ejemplo en la fortaleza de su madre para salir adelante, sin una duda.
Carpe diem, querida.
Comparto.
Gracias Morgana por tus palabras.
EliminarUn besazo.
Se me hizo una laguna: creí que te había dejado un comentario, porque lo leí ayer.
ResponderEliminarAhora vuelvo a entrar y veo que no.
La violencia de género se da en tantas y sutiles formas y creo que todas la padecimos de alguna manera. Es un tema que me llega mucho y me quedo en silencio, creo que en ciertas etapas, sobre todo cuando ya pasó, lo mejor es escuchar y acompañar.
Lo hago con un fuerte abrazo, preciosa.
No te preocupes Mirella, yo también tengo lagunas y a veces, incluso océanos.
EliminarTienes razón, la violencia de género se da en tantas y sutiles formas y lamentablemente, nos toca de cerca a muchos.
Gracias por escucharme y acompañarme.
Un abrazo y un besazo enorme.
Qué bien que puedas saca8r todo a través de la escritura ayuda mucho. Recuerdo que mi abuela me decía cuando tengas algo que duele y no te latrves a contarlo a nadie, escribelo, eso ayudará por más que después lo rompas enmil pedazos. Debo reconocer que segui sus consejos y me ayudó enmuchoS momentos.
ResponderEliminarSaludos!
Esa abuela tuya si que era sabia Silvana. Ya te escuché otra anécdota de ella con relación a los hombres y era un pozo de sabiduría.
EliminarUn besazo.
Lo recordé. Mientras leía esto, traté por un momento de tomar distancia sobre mí misma. No vivi la experiencia que describes pero otras de igual desagrado me tocaron en destino. Lo sé. Surge en nuestro interior un quejido que crece aunque no lo queramos. Equilibrio. Se supera pero no se olvida. Es difícil. Te enriqueces sin pretenderlo y luchas para que tu memoria no se convierta en esclava de ese agravio...se logra.
ResponderEliminarExcelente texto.
Un abrazo a las dos.
Como bien dice Gavrí: "en algunos textos, el lector también lo vive tan catártico que uno revive sus propias masacres cuando lee las ajenas" y tiene toda la razón.
ResponderEliminarLo que uno busca siempre es el equilibrio por lo menos para mi, es realmente importante.
Gracias por tus palabras, Marybel.
Un besazo de nuestra parte.
Estupendo relato. Es un gusto leerte.
ResponderEliminarBesos.
Gracias Maria del Mar.
EliminarUn besazo enorme.
Buena forma de denunciar el maltrato. Así sentido en primera persona el disparo a otras conciencias es más directo. Mi mayor repulsa contra todo acto de maltrato a mujeres, niños y ancianos. Comparto.Besotes
ResponderEliminarOjalá este tipo de escritos despierte conciencias pero me temo que los que la tienen sumida en un eterno sueño no quieren desvelarse.
EliminarGracias por tus palabras María José y por compartir.
Un besazo.
Hermosa paradoja Mabel, porque en bellas formas prosísticas vas extirpando los lunares negros que las circunstancias pudieron haber pintado en tu alma, y digo pudieron, porque la manera de enfrentarte y enfrentar ciertas situaciones es como a la hora de los inventarios te das cuenta que ya no son el estigma almático que pudiera prevalecer.
ResponderEliminarUn abrazo valiente mujer.
Gracias, Gonzalo.
EliminarUn abrazo enorme.