¡Oh! Diosa Madre



Es la hora. Mi corazón está acelerado y las piernas bailan charlestón convulso.

En aquella estancia de varias camas, y en cada una distinto cuadro de género costumbrista. Familiares, maridos, novios o amigos posando ante mis ojos de crítica inexperta en arte.

Observo y callo, como no. Tampoco tengo con quien hablar, estoy muy sola. Si uno se prepara para salir a matar, necesita recogimiento. Dejemos de llevarnos por sentimentalismos y seamos prácticos. Agradezco la soledad.

En el umbral de la puerta, una figura masculina vestida de los pies a la cabeza de verde, distorsiona mi nombre con un marcado acento inglés. En condiciones normales sería cómico, el batracio británico me tiende una mano y una sonrisa. Me dice algo en su idioma, yo no comprendo. Toma mi mano, la acaricia y sujeta con cariño, me guía así, sin soltarme, por un largo pasillo de angustia, terror y miedo. Llegamos a la sala de anestesia. No hay beso, no hay príncipe. Las infantas como tú, no encuentran consorte. Me pesan los ojos -no más que el alma-... contaré hasta tres, como un hipnotizador... por favor, bórreme el dolor, no quiero sentir, no quiero saber, no quiero existir... ¿y cuando despierte, no recordaré nada?...

Amanezco gris y envuelta en brumas, mimetizándome con el clima londinense. Tras esa calima la veo a ella. Grande, negra de formas voluptuosas. La mismísima diosa de la fertilidad, ante mi. Intento incorporarme desde mi cama; estoy débil, embriagada aún de vapores de anestesia. Todo me da vueltas, menos ella. Se acerca en actitud sanadora, yo no puedo más que aferrarme a su figura, abrazarla, implorarle... intenta colocarme un termómetro, murmulla palabras que no entiendo y sonríe  con plena indulgencia. Adivina en mi abrazo la necesidad de perdón. Me abraza con dulzura y con una sensibilidad desconocida. Atusa mi cabello... me siento más niña de lo que soy. Ella tan rotunda en formas, yo tan pequeña y vacía. Ese vacío infinito destructor de entrañas, destructor de almas corrompidas.

Estoy despierta y no fue un sueño. Lo recuerdo todo, algo falló en el proceso hipnótico ¿Por qué es real? ¿Por qué recuerdo? ... No, esto jamás se olvida, jamás te perdonas a ti misma. Diosa Madre es benévola y debo aceptar su castigo: RECORDAR.

¿Soy niña? ¿Soy mujer? No importa lo que seas, ante el mundo y ante ti, eres sólo odiosa madre.
























Comentarios

  1. ¿Dónde la culpa? ¿Cual es el delito? ¿Tal vez cortar el cordón prohibido? Todos seguimos algún registro, cada cual con sus luces, sus sombras, sus alarmas. Un abrazo

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    1. Maria Jose Collado, una mujer cuando aborta se siente culpable y si es demasiado joven, más. Muchos lo ven un delito y no comprenden que la cárcel, la pena... la llevas hasta los restos.
      Un abrazo.

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  2. Brutal!!! Qué controversia la de sentirse dividida entre la mujer liberada y la fantasía de la maternidad. Polémica servida. Y qué duda cabe que la protagonista, hubiera deseado no haber cometido ese atropello contra su cuerpo y toda esa potencialidad de vida!!! :)

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  3. Polémica, sí. Con ella llegó el escandalo!!!
    Un besazo por pasarte, Marybel.

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  4. "Si uno se prepara para salir a matar, necesita recogimiento"... esa frase lo dice todo sobre un experiencia tan desgarradora como la que contaste.
    Me gustó mucho, Mabel.

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  5. Que drama tan bien expresado. Una realidad que se suma a tantas desgracias de la humanidad.+Mabel Lemos.

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    1. La vida para algunos es eso, sumar desgracias, +Orlando Estrella.
      Gracias por pasarte y comentar.
      Un abrazo.

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