Universo
Hubiera recorrido océanos de lluvia en el vasto tiempo hasta alcanzar la plenitud del abrazo prometido desde el albor de la vida. No fue posible la mirada, ni un ápice de piedad en unos ojos cerrados a cal y canto, sometidos al estigma de negar lo innegable, ensimismados en el eco fantasmagórico que palpita en el vacío hueco donde una vez habitó un corazón.
La prisión del rencor es el corredor de la muerte del amor y la vida.
Me voy con la conciencia tranquila con todos aquellos que supieron de mi, tal como soy, no como ellos quisieron o imaginaron que fuera. No albergo rencores, los dotados de un intelecto prodigioso son conscientes que jamás actuo con maldad. Decir lo que uno realmente piensa en respuesta a las ofensas, no es perversión. Es defensión.
Hacer leña del árbol caído son artimañas de mal perdedor, más honrosas del beligerante sin nobleza de espíritu acomodado en su punto estratégico para librar guerras de amor y honor más propias de una comedia esperpéntica.
Perdono de la misma forma que he disculpado tantas cosas imperdonables de la vida. Una mala tarde, un mal día, un mal mes, un mal año o una mala conciencia le puede suceder a cualquiera. No quiero lastres allá donde voy.
Sólo contigo siento un gran desasosiego. Hace unos años narraste, con un convencimiento ciego que a mi me asustó, la historia de nuestras marcas de nacimiento. La mía bajo el costado izquierdo, la lanza del destino. Las tuyas en la espalda, las alas que una vez tuviste, las que cercenaron para que pudieras venir a proteger a las personas que, según tus cuentos para no dormir, portan los estigmas de Cristo, necesitadas de la compañía de los espíritus celestes para mitigar el dolor que les espera aquí en la tierra. Si es así, tal como crees, yo que soy tan escéptica con los misterios divinos, no me queda otra que rendirme a la evidencia de un efecto dominó. Un Dios me abandona en esta noche redentora y una madre te abandona a ti...
Al poco de que tu nacieras, soñé que un ángel me procuraba consuelo en el jardín de Getsemaní, mientras las ramas más altas de los olivos en flor ardían en combustión espontánea y se apagaban con la misma prontitud de una bengala de estrellas. Amanecí cubierta en lágrimas de dicha, extasiada por un suave perfume de jazmines, rosas, lilas... que perduró en el cuarto durante horas. Jamás contemplé algo tan bello. Jamás se lo conté a nadie ni tan siquiera a ti.
Perdóname, querubín, prometí que no volverías a pasar más miserias y, hoy por hoy, ya no me quedan fuerzas para luchar. Sólo quiero descansar. No mereces seguir sufriendo los castigos de este par de mamelucos que tienes como tíos, ni es justo ni correcto, únicamente deberían afectarme a mi. Muerto el perro se acabó la rabia.
Aniquilar los sueños embriagada de romanzas, fados tristes y exceso de laúdano, al abrigo de las sombras de la noche donde me encuentro serena y en paz. Siempre me gustó el anochecer y sus silencios. No se me ocurre mejor despedida. Caí del cielo con las Leónidas y regreso al firmamento con las Épsilon Perséidas. El alma no muere, retorna a su hogar: el universo.
Por una lágrima, por una lágrima tuya...
Se te extraña.
ResponderEliminarEspero estés bien.
Abrazos enormes.
Renacida y transformada, así me siento ahora mi querido compadre.
EliminarUn abrazo intenso, cargado de todo mi cariño.
Mabrel: a mí me encanta cómo escribes.
ResponderEliminarY disfruto con lo que escribes.
No entiendo una papa de lo que ha pasado el año y medio que he estado fuera, contigo, con el cuervo y con la serpiente y, además, me importa una higa.
Pero chica, es una pena. Vives una vida real, que pasa en el mundo real.
Y en el mundo real se te extraña, como dice Gil.
¿O en el virtual?
EliminarDa igual, Mabel: en el mundo que sea.
Gracias por tus palabras, Luis. Disfrutar, disfrutar... ¿tu eres un poco masoquista, verdad?
EliminarHay cosas inexplicables que trascienden al dominio público y acaban por ser cenagosas. Agradezco tu indiferencia al respecto. Debió permanecer en lo íntimo, sin tanta intervención de terceros que propiciaron más la distancia que el acercamiento. Sin duda, un espectáculo deplorable que me hubiera gustado evitar.
Un fuerte abrazo, Luis.