El convidado de piedra



Se asemejan los albores a la esencia descreída de un rostro sin nombre. Sin identidad, me reinvento en cada cambio de estación sobre un andén derruido al que ya no acuden trenes. 

No puedo aplacar la ira asesinando parientes entre versos. No puedo echar la culpa ni aferrarme a un pretérito recuerdo infantil; excusar las acciones presentes con mohínos gritos silentes. Soy lacónica visceral si me descubro ojeando de refilón la sombra agreste ungida a mi memoria. Esa mácula pétrea siempre piadosa con los otros, perpetuamente despiadada si me clava la tinta de su prosa en un órgano vital.


Mírame de frente, convéncete, no hay luz sin sombra. Ya es hora de llevarnos bien a través de los espejos. Concédeme el perdón... devuélveme la vida.


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