Plenilunio de noviembre

Atrapado en la infancia



Una fría noche del mes de noviembre, coincidiendo con su cincuenta cumpleaños, Graciano Lagunas repetía el mismo ritual anual. Contemplaba ensimismado las horribles quemaduras de sus extremidades, cerraba sus ojos y se permitía recordar. Aquel apellido definía a la perfección su existencia: una laguna en su memoria que solo se hacía presente y omnipresente en aquella fecha.

Esa fatídica noche de plenilunio, de hace cuarenta y dos años, exhalé por última vez entre los brazos de Graciano. Rodeados de sangre, la mía y la suya, excrementos de animales, paja seca y olor a vino y carne ahumada. La de mi pobre hermano intentando evitar que las llamas me envolvieran. Allí, tumbados en aquella cuadra sucia donde el demonio en persona se había sobrepasado, borracho perdido. Nada pudo hacer para contener aquella hemorragia mortal.

Siempre hacía lo mismo, se enviaba a si mismo un ramo de mis flores favoritas, esas rosas rojas, de fuego y sangre. El mismo texto año tras año: "Hermano, te quiero." Mis últimas palabras.





Comentarios

  1. Bueno, pues sí, prosa poética, querida... por lo que dice, por cómo lo dice, por las imágenes, por la pizquita de enigma, por no ser una obviedad, por la resolución, por lo emotivo.
    No todos los poemas se escriben en verso y tópabajo (ríome).
    Lo que yo te diga, Mabel.
    Compartiendo.
    Namasté.

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