Algenib





Quise ser bálsamo, mas la torpeza del pavor me convirtió en cicatriz; sensible a los cambios de estación si amenaza lluvia de melancolía.

Demasiado tarde, comprendí el estigma de la lanza del destino sobre la piel de mi costilla de Adan.  No fue casualidad encontrarte, como tampoco lo fue quererte. Ambos nos herimos el costado izquierdo. Los dos nos cercioramos que estamos muertos, manando sangre amarga y agua salina.

Descubriste mi cara: la capacidad de dejarte libre, las respuestas agudas, la tendencia al afecto, el sentido del humor, la generosidad, la dulzura y retraimiento. Sufriste mi cruz: la franqueza ruda.

Alta tensión si los silencios de mis nervios de acero, provocan impaciencia malhumorada.

Yo te imagino instruido. Si te acercas demasiado percibes el miedo hacía mi misma si la tentación planea en vuelo cortar las cadenas y la estabilidad amenaza vértigos. No hay héroe capaz de liberarme y contener mi propio espanto si es incapaz de atraerme hacía su pecho. Necesito embelesarme, aturdida por el sonido del latir de vida. Recobrar la sonrisa de hondo placer para premiar tu proceder. Alzar la vista, perdida en el intenso brillo de Algenib.





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