Tauromaquia



Torear no es un arte, es un auto de fe. Los toros me hacen perder los nervios. La paz interior se quebranta cuando me doy de bruces con la obstinación, la que arremete a trompicones y se lleva por delante las pasiones, la razón y la cordura a fuerza de agresiones. Lo que me hace sortear con tiento la estampida y emprender la maratón a la cabeza del último encierro, mantenerme a distancia prudencial, respetando los espacios, ante esa incapacidad manifiesta que poseen los bovinos para no racionalizar sus emociones, no aceptar las consecuencias de sus propias acciones pese a la conducta temeraria que les hace franquear lo infranqueable y a toro pasado, sin quijada ni vuelta atrás, algún raro espécimen se espanta entre bramidos de su propia tragedia.

Apercibo desde el burladero y estudio los tercios. Sólo tres veces he tenido ganas de entrar a matar, sólo tres veces he sacado el estoque... y el mal cuerpo invadió la desazón por la pérdida de equilibrio y tiento. Yo que soy contraria a la violencia, he tenido mis tres tardes de luces y de muchas sombras con más penas que gloria.

Usura bravía, marcada con el hierro candente de la ordalía. Siempre hay una primera vez. Tomar la alternativa con 13 años fue un grave error de mi apoderado don ego te absolvo. Erré en la elección de hermano, mi inexperto corazón eligió a Caín en vez de Abel. Robó el mes de abril y también tres años de almanaque con esa mueca ambigua entre la risa histriónica  y el colapso dramático, bajo la atenta mirada de bóvido que pasados los años aún persiste en su abotargado rostro. Fui una muñequita vudú entre unas manos rudas sin memoria de caricias y una gran pericia en los dedos codiciosos de dolor. Lo tuyo no eran las grandes corridas, te quedaste en simple toro mecánico de una mala feria en un pésimo sueño adolescente.

Retrotraer la memoria al segundo y tercero de la tarde es un ejercicio insalubre. Bronca en el ocho, consanguínea hermandad, tan familiar. Una un cabestro erguido en la desmesura, la otra un miura sacrílego.

Olvido imposible de custodias subalternas. Contigo no hubo indulto. Me descuidé y confié, recibí varias cornadas que me hicieron sacar pecho... un pecho compungido que me hizo mirarte con lástima más que con respeto. Y aún así me puse en pie, desestimé la enfermería y me corté la coleta frente a ti... Despedirse de los ruedos con un toro bravo envuelto en piel de abanto, egoísta, materialista, tan temeroso de perder lo que considera suyo... Escupes sangre y mala baba a cada pase de capote. Corneas mortalmente... y aún así tu cerrazón mental te impide asimilar el desenlace. La tradición de la traición impone su ley, perderás lo que posees...  



Tauro y Sagitario, pésima compatibilidad

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